miércoles, 27 de septiembre de 2017

Reseña: EL RAPTO DEL PRÍNCIPE MARGARINA, de Mark Twain, Philip Stead y Erin Stead.

Título: El rapto del príncipe Marganina
Autores: Mark Twain y Philip Stead
Ilustraciones: Erin Stead
Traducción: Mercedes Guhl
Publica: Océano Travesía
Páginas: 152
Precio: 17,95 €

Algunos autores mueren dejando obras inconclusas. La mayoría de ellas no tienen gran valor: son meros borradores que tal vez sus autores jamás habrían sacado a la luz en vida. Muchas, sin embargo, con autorización de los familiares del escritor, se acaban publicando. Los lectores fieles a la obra de ese autor pueden llegar a sentirse, más tarde, decepcionados. Y con razón pues, como he dicho antes, muchos de esos escritos no deberían haber visto la luz. Pero, ¿y si de pronto encontráramos una obra inconclusa de un célebre escritor y decidiéramos completarla para ofrecer una obra digna tanto del autor como de sus lectores? La respuesta a esta pregunta la encontraréis en El rapto del príncipe Margarina, de Mark Twain y Philip Stead, precisamente el libro que os vengo a comentar a continuación.
Johnny es un chico con una existencia triste en un país en el que las cosas no mejoran nunca para los pobres. Un día, su abuelo, un hombre que no le trata especialmente bien, le ordena ir a vender a su único amigo, el pollo cuyo nombre es Hambruna y Pestilencia. Johnny le dará su pollo a una anciana. A cambio, esta le entregará unas semillas mágicas. Tras comer la flor que brota de una de estas semillas, la vida de Johnny cambia para siempre. La aventura no ha hecho más que comenzar.
En 2011, el doctor John Bird, experto en la obra de Twain de la Universidad de Winthrop, acudió a los archivos que la Universidad de California de Berkeley tiene del célebre autor con el fin de elaborar un recetario de cocina “twainiano”. En su búsqueda, se encontró con un archivo que contenía la palabra “margarina”. Al examinarlo detenidamente, se dio cuenta de que aquello no tenía nada que ver con la cocina, sino que se trataban de las notas inconclusas de un cuento infantil. Unas notas que, sorprendentemente, habían pasado inadvertidas hasta la fecha. La historia completa sobre este hallazgo y cómo se procedió después con él podéis encontrarla al final del libro en un apéndice titulado Nota del editor.
Si aquello que encontró el doctor Bird solo eran unas notas, que dejan constancia que en algún momento Twain intentó escribir un cuento infantil guiándose, pues también se sabe, de las narraciones orales que inventaba para sus hijas pequeñas cada noche, ¿cómo es que estamos hoy ante un libro completo? La respuesta la tiene Philip Stead, el encargado de coger estas notas y elaborar un cuento coherente y, he de decirlo, maravilloso.
Philip Stead no solo es escritor, sino también un personaje más de esta historia. Así, cada vez que ha de inventar algo que no está las notas de Twain o lo que lee en ellas no le gusta, pues no le da pie a crear una mejor historia, nos lo hace saber abriendo, por así decirlo, un paréntesis en la narración. ¿Cómo hacerlo de forma que no resulte pesado? Contando otra historia aparte. Una en la que Stead se imagina tomando el té en una cabaña en un lago con el fantasma de Twain. De vez en cuando, ambos autores discuten por lo que le pasa al joven Johnny, hasta que Twain decide desaparecer (imagino que ahí es cuando se acabaron sus notas) y deja a Stead solo con la dura tarea de acabar el cuento. El resultado final es una conmovedora historia sobre un chico desafortunado que acaba encontrando la amistad; un alma buena que sabe decir las palabras justas en cada momento; y una aventura que nos viene a demostrar que nadie es mejor que otro por su posición social.
El texto viene acompañado por las preciosas ilustraciones en colores pastel de Erin Stead, capaces de transmitirnos a la perfección el espíritu amable y valiente de esta historia y sus personajes, siempre con un toque irónico. Para realizarlas, leo al final de este libro, Erin utilizó técnicas tan dispares como el grabado en madera, tinta, lápiz y hasta una cortadora láser.
No tengo ni idea de qué pensaría Twain, si estuviera vivo, sobre El rapto del príncipe Margarina. Supongo que el resultado final no se parecerá mucho a ese cuento que, según nos relata también este libro, creara a partir de un dibujo anatómico de una revista del siglo XIX. ¿Le parecería mejor o peor que lo que él tenía en mente? Imposible saberlo. Lo que sí sé deciros es que yo, como escritora, me sentiría muy orgullosa si alguien cogiera unos malos apuntes de algo mío (por desordenados e inconclusos) y lo convirtiera en una historia tan maravillosa, siempre respetando esas notas originales, y que El rapto del príncipe Margarina me ha parecido una fabulosa historia apta tanto para niños como para adultos, ideal para enseñar valores y para admirar, aún más, la buena literatura.
Y tú, ¿te atreves a ir con Johnny en busca del príncipe?
Cristina Monteoliva